18 de marzo de 2024
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¿Quién fue Torrijos para Panamá?

A 39 años de la desaparición accidentada del último estadista en la práctica que tuvo el país cabe un tiempo importante, donde quien de niño pudo tener la experiencia de rodearse del clima torrijista trayendo al recuerdo aquel estado de una república donde la gente podía dormir tranquila. Aún con una dictadura en teoría, no se sentía como tal. Se trataba de un clima socialista moderado. Y siendo prácticamente una administración de oficina de un gobierno pseudo-militar, no lo era. Su color era más el de una administración de una isla caribeña.

Un Canal que estaba ahí para el mundo entero, nosotros orgullosos de verlo en postales, pero ajenos a su importancia en el comercio mundial no nos imprimía interés.

Porque aún con el canal, tal estructura de país era inexistente, nuestra economía era tan ruralística, que nuestra población consumía de contadas empresas extranjeras y algunas tradicionales. De manera que los verdaderos pioneros de la diversificación comercial, aún limitada lo fueron inmigrantes, no éramos un país visionario como Cuba, Brasil, Venezuela o Argentina a inicios del siglo XX (antes de las dictaduras).
Si éramos una aldea criolla con un millón y medio de habitantes durante los años del Estado torrijista y era lógico que el canal para Panamá no era una empresa merecedora de nuestra administración en sus días, los norteamericanos tenían razón. Pero la opinión de la época era ciegamente patriótica y nacionalista y no contaba con el desarrollo de la globalización que nos empujó a la modernización estructural luego de la invasión en 1990, fue ella la que nos dotó de competitividad y no lo habíamos vislumbrado, nuestra capacidad real provino de esa disposición, algo impensable veintitrés años antes la reversión.
Lo cuantificable para esa capacidad como panameños sobre el canal lo fue nuestro indirecto pasado de destreza militar por su habilidad técnica, adquirida debido a las constantes operaciones y ejercicios militares de territorialidad frente al canal compartidos con la potencia norteamericana, a pesar de las ideologías castristas, así de ilógico era el clima político entre nuestras relaciones con el EE UU de ese entonces bajo la administración de Jimmy Carter. Una rara democracia.

1972, Panamá sencillo, cívico y ordenado

Panamá era un país de una dictadura diplomática, no implicaba a Washington aunque creciese su socialismo corrupto en colusión con los empresarios privados, todos podíamos vivir en esa rara sociedad clasista y pobre, pero disfrutable.
De esa equilibrada relación se perpetua y mantiene el misticismo de la figura de Omar Torrijos Herrera, cuya narrativa popular estaba alejada de odios o culpas nacionalistas unidas a rencores del pasado histórico. Su discurso era de visión y empujaba a los nacionales a sentirse útiles y capaces en nombre de un nacionalismo coherente y prometido a base de desarrollo, una forma saludable de capitalismo poco percibido.
En una región de dictadores sanguinarios hacia la población, su mafia interna se limitaba a sus propios asuntos, sólo asesinaba a sus contrarios políticos, en su mayoría jóvenes que comprendían que la fuerza no puede sobrepasar el poder del Estado. Por este detalle la población se mantenía lejos de ser afectada políticamente y los asesinatos de su dictadura se comentaban como leyendas urbanas.
El tener el poder de las armas puso murallas entre democracia y Estado. De esta máquina estaba surgiendo una dictadura socialista alimentada por el capitalismo que por la importancia estratégica del Panamá de esos días en el comercio de la región hacía manar obligatoriamente divisas al país sin esfuerzos.
Pero teníamos en esas décadas grandes deficiencias técnicas y tecnológicas para la población. La construcción era el área más desarrollada y la más corrupta en ese socialismo junto a la minería, lo que demostraba cuanto atraso en la educación había, ya que el socialismo estaba en el espíritu de los educadores, sobre todo en nuestra escuela de derechos. Nuestra educación no estaba basada en la competitividad.

Como un  culto a la personalidad sus mítines tenían un aparataje de escalas hitlerianas (megalíticos) en la 5 de mayo.

La educación se limitaba al deporte, olimpiadas, oratoria, lo social sobraba en la educación, mientras la fortaleza económica en el área laboral era media. Teníamos un socialismo que empezaba a dejar deficiencias, una fuerza comercial de limitado crecimiento panameño. Éramos un país justo a la medida para su población, pero no podíamos seguir así, mientras Colombia crecía y no nos interesaba verla como un ejemplo de crecimiento.
Torrijos supo impartir a la población una inspiración paternal, ese era el país de Torrijos, que gobernaba de forma estadista, fue un fenómeno de su propia época y una figura sostenible en su propio tiempo, pero el cambio debía darse, aunque difícilmente podría ser uno democrático, aún sin un Noriega en las sombras de la corrupción, porque ya se estaba fundamentándose el socialismo de fraudes anti-democráticos del PRD.

Ese era el Panamá dejado a la libre por los Estados Unidos, que no veía la forma de desestabilizar el país. No había bajo la presencia de Omar Torrijos excusas para ello, quizás ese es el verdadero legado de su marca en nuestra historia, de una era donde los ciudadanos y más los que se hacían adeptos a ideologías se hacían fervorosos y cautivos seguidores de hombres Estado en ese Panamá hecho de una amalgama de democracia y comunismo practicado en muchas dosis de expropiaciones en el uso del estado, junto al tóxico criollismo del que aún permanecemos atados. Así termino este texto, sin darle crédito a una figura que sobrevive como emblema de un partido político, sino a su circunstancia en un tiempo irrepetible para la historia de nuestro país.

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