29 de marzo de 2024
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La historia del azúcar y de como se convirtió en la droga del mundo.

Cuando estaba pelaito cometí un delito; para una fiesta que hubo en mi escuela tenía que aportar con algo y se me ocurrió cooperar con poner una bolsa grande de gladiolas de Pascual, chiclosas, masticables y deliciosamente azucaradas. Me pabié adremente el día de la fiesta, sólo para quedarme en casa masticando y tragando gladiolas toda la tarde de un día de agosto. Fue la única vez que comí azúcar como drogadicto, años más tarde mi primera experiencia extrema con el alcohol fue a los 19 años tomándome como 12 cervezas en una fiesta en casa de unas amistades. El alcohol me estaba pegando gradualmente y yo trataba de aparentar que no estaba borracho y mi borrachera era parecer que estaba sobrio y como segundo efecto el alcohol me hacía cuidar de los que «sí» estaban cayéndose al piso alcoholizados o preocuparme por evitar que alguien, que se iba trastabillando para su casa un auto lo atropellara al irse.
Así fueron mis experiencias tanto con el azúcar como el alcohol en su justa etapa. Desde entonces, con mi falsa sobriedad y el ver el efecto del alcohol en la gente, además de recordar también mi acto de corrupción infantil inducido por el azúcar, me puse a pensar en los efectos a escala mayor del consumo de azúcar y alcohol en el mundo y me han salido hoy un montón de interrogantes que había acumulado en el tiempo…sobre todo porque hace mucho tiempo no tomo licor y he reducido el consumo de gaseosas, y como siento -por ahora y sin preocupación- que no los necesito, y me he puesto a escribir sobre el azúcar y sus derivados…

El azúcar y su paralelismo con el petróleo


Comparando los niveles de producción de azúcar en el mundo, de millones de toneladas al año, con el consumo de combustibles fósiles en el planeta me pregunté si ella es tan necesaria en la civilización como para mantenernos comiéndola. Al planeta estamos dándole a comer petróleo, y a nuestro cuerpo azúcar y ambos adolecen las consecuencias; nuestro cuerpo en la salud, y el planeta en su ecosistema.
El azúcar se difumina e invade nuestro organismo apaleando nuestros órganos, como el hígado o el páncreas o llegando a nuestras neuronas maréandolas. Al buscar nuevas fuentes de petróleo la civilización ha invadido lugares reconditos del planeta dañando suelos, ecosistemas y provocado la destrucción de grandes áreas de fauna y flora de naturaleza endémica.
El azúcar en nosotros modifica nuestro comportamiento y por otro lado los hidrocarburos han modificado al planeta, creando ambientes que alteran la naturaleza en su esencia. Hoy día todos comprendemos las consecuencias del uso del petróleo en la vida del planeta, pero en el caso del azúcar no advertimos de forma consciente que vivimos en una sociedad azucarizada, ya que es algo cotidiano y de consumo diario y parece ser tan normal que forma parte de la dieta estándar del mundo entero.

¿En qué nos influye el azúcar?


Muy probable en la desnutrición, porque es el alimento primordial de la comida barata. Ante un d[ia caluroso sudamos y nos agotamos y buscamos la solución más rápida para recuperar energías tomando una soda y para algunos el Gatorade, que es fatal por las personas de la tercera edad, porque alteran sus niveles de Ph. Para la juventud y personas aparentemente sanas le causa sobretrabajo al páncreas acelerando los niveles de insulina en la sangre llevando poco a poco a la diabetes tipo 2.
Fuera de esto el consumir azúcar nos mantiene en un estado alterado que no percibimos y que inconscientemente inunda nuestra mente de estímulos de los cuales no tenemos control. Estado que es imperceptible por la constantemente ingesta de azúcar. La impaciencia, la intolerancia, la falta de calma producidas por un cerebro con las neuronas artificialmente saturadas y afectadas por una sobredósis de alimento glucosicótico lo mantienen buscando estímulos que cuando no existen, causan los sintomas mencionados.

De como el azúcar se convirtió en el opio del mundo


En los días de las colonias el azúcar era un rubro importante para el mundo como lo era el oro. Europa se especializó en la creacion de dulces y pasteles que comían los miembros de la corona, por eso es fácil ver cuanto gordo y gorda hay pintados en los cuadros de la era victoriana.
Sólo en ocasiones festivas el pueblo disfrutaba de golosinas y manjares creados por la realeza en los que invitaba al pueblo para celebrar cualquier pendejada que se le ocurriese, dependiendo de la bipolaridad de los reyes.
La producción del azúcar en américa se daba en Brasil, en Cuba y en Haití como fuentes principales de exportación siendo ellos la panacéa del azucaramiento del mundo. No extraña reconocer que todo en Cuba para nosotros es ¡Azúuucar! Como decía Celia Cruz mirándole el cráneo a su marido diciéndole en efecto cabecita de algodón, Asi que los dos eran algodón de azúcar.
Dejémos las soquetadas a un lado y continuémos. La alta repostería se convirtió en una nueva ciencia culinaria, a  parte de la alta cocina que iba surgiendo debido al tráfico de especias proveniente de Oriente y Asia con las vitácoras de Marco Polo dando origen al arte culinario en Europa, siendo esta la parte más sana de toda esta historia haciendo que los creyentes pequen odiando las insípidas ostias que mordían en las costumbres de los sagrados sacramentos, dando origen a la caída de la inquisición y la llegada de la iluminación, todo por el azúcar. Mentira. Ahora un comercial…ya entendemos por que los metrobuses se llaman Marcopolo, porque viajan y viajan. Putum pusss!

El cerebro ama el azúcar


Desde entonces ponernos azúcar en la lengua para darle placer sólo a las papilas gustativas del dulce se ha hecho el estimulante principal para el sentido del gusto. Si bien el sentido del gusto crea en el cerebro estados momentáneos de placer con la comida aceptablemente deliciosa con sus niveles adecuados de azúcar, como ingrediente en una salsa, por otro lado está el azúcar pura y neta de los refrescos, dulces y caramelos que provoca en los niños estados de alegría y felicidad casi paranormales, contribuyendo a la hiperactividad y problemas de atención en cerebritos que antropológicamente deben estar absorbiendo aprendizaje especializado para la sobrevivencia de cada día; como cazar perdices, bajar mangos o pescar tilapias como lo hacían nuestros ancestros hace poquito tiempo, a la vuelta de la esquina, pero las exigencias del azúcar en sus neuronitas va de la mano del consumo moderno y esa hiperactividad necesita de un cauce para su combustión, el deporte y los videojuegos.

Uno se pregunta. ¿Por qué la sociedad no para de consumir azúcar indiscriminadamente?


Por muchos factores; demasiados y con variantes ramificadas y complejas. Una es el estrés, otra la depresión, la falta de humor, la rutina, la abstinencia sexual y los vacíos del ocio producto de la deficiencia de intereses culturales en una sociedad poco creativa. De esta manera la curiosidad natural de la mente la desplazan el consumo del ocio y toda actividad social depende del alto consumo de azúcar, como se nota en los lugares de socialización anónima como en los Malls, al comprar, al ir al cine o simplemente comer, los niveles de azúcar ingeridos son demasiado preocupantes. El placer del azúcar transformada en helados, donas, y caramelos es exponencial en negocios con nombres bien trending, donde las formas, colores y la creación de nuevos productos en base al azúcar se abre pelea para encontrar en el consumidor el placer de  la experimentación de consumo. Desde este azúcar consumido y grabado en las neuronas desde la infancia nos movemos hacia la juventud y la adolescencia.

Aquí, en la adolescencia el azúcar cambia químicamente al refinado alcohol y empezamos a consumir cerveza y licor, muy necesario para socializar como componente liberador para recuperar momentáneamente aquella confianza infantil con la que se nos facilitaba de niños hacer amiguitos rápidamente, facultad que era muy presente entre las niñas, que quedaban peinándole la Barbie a la otra sin ninguna malicia, pero que llevaba más protocolo entre los niños, abriendo amistad con la excusa de la birria en el deporte olvidando esa inhibición social.
Vamos entendiendo por qué cuando crecemos las cervecerías se meten en el deporte como entrelazador de amistades en torno al fútbol y el beísbol. Ya que difícilmente podríamos disociar el alcohol de los deportes masivos.
Desde niños vamos aprendiendo de la negociación entre buenas notas, el buen comportamiento y una recompensa azucarada, porque todo lo que hacemos fuera del azúcar se llama responsabilidad y ella le da propósito a la familia. Pero así se nivelan los hogares, entre responsabilidad y ocio azucarado. Por lo tanto vamos creciendo pensando en que la responsabilidad en el trabajo es sólo un medio para con el dinero ser felices en otras cosas, como comer azúcar, y desde entonces en el futuro ser felices en toda actividad relacionada con ella.

El doctrinamiento azucarado se ve en los comerciales de alimentos y golosinas creados como mini-películas que disocian la realidad proyectando imagenes donde los niños consumen merienda, dulces, gaseosas y chucherías con actitudes que rayan en la drogadicción, vuelan y se les salen los ojos y la lengua como a «La máscara» por los efectos de la glucosa, la sacarosa, y todas las «osas» presentes en las golosinas y usando como lemas de fondo actitudes anárquicas, de violación a la autoridad, a perder el control, y que eres invencible como si el azúcar fuese…misma cocaína. Sí señor.

Desde su acelerado nacimiento en la época colonial hasta convertirse en el químico -sí, porque es producida químicamente con procesos especializados- el azúcar ha sido el precursor de otros estimulantes del cerebro a medida que crecemos. El alcohol, pionero en nuestras vidas en forma de cerveza y el recordar nuestro primer trago no fue una experiencia que nos expandió una sonrisa en la cara y eso todos lo sabemos, era amarga. Bueno para mi sí fue buena experiencia porque me dió de bailar salsa con mi tía sin saberme los pasos. Mmm, eso fue a los 11 años de edad, no me acordaba que no fue a los 19. De esta manera se prolonga la infancia subliminal en la forma en que consumimos alcohol. Y así como se fueron los comerciales infantiles vuelven los comerciales de cerveza para adultos diciéndonos que tenemos que ser niños denuevo, porque así cogidos en la borrachera, volver a ser niños y sumándonos el comportamiento placentero de la adolescencia tenemos alegría para regalar. Modestia aparte también con el azúcar surgió el café como bebidas intelectualoide que le hacía creer a los ingleses del siglo XIII (18) que les daba poderes como la inteligencia crítica o el licor refinado, brandy, whisky,  Chevignon y más ron para personas de alto nivel social e intelectual.
En la etapa química del azúcar, que como sabemos es producto de la fermentación de cualquier fruta que contenga fructuosa o almidón, terminado en licor, nos damos cuenta que todo va al punto químico, de ahí a…en efecto, la ramificación de los complejos procesos que crean las drogas que se enfrentan a la salud en diferentes formas, empezando con la cocaína y demás creaciones cuyo escalante estímulo desde el azúcar, el alcohol y luego al final los estupidofacientes tienen el mismo objetivo primario, llegar a los centros de placer del cerebro y actuar sobre ellos creando realidades que en su conjunto conforman la paranoía en que el mundo se mueve, por intereses producto de la filosofía del azúcar.
Ante tanto estímulo sin parar desde la infancia nuestros cerebros se han modificado hacia la codependencia del azúcar y el estímulo en el cerebro recae en las mismas neuronas que producen placer, sí señor; chistes, sexo, marihuana, cerveza, loteria y azúcar. Pero la neurociencia nos dice algo interesante, el azúcar estimula simultáneamente más centros de placer que incluso la mariguana y la cocaína, o sea que puede durar más su estímulo y crea los mismos bajones de energía y atención que las mencionadas drogas. !Coño…nuestros niños viven drogándose con azúcar!
El poder, la manipulación de las masas, el deterioro de la salud, la ausencia del conciso orden lógico en que deben funcionar la sociedad que recae en la responsabilidad de quienes son agentes de cambio en posiciones socialmente estratégicas dentro de un mundo azucarado lleno del consumo de ideologías de vida, ocio, recreación, proyección, de estado, de región a la imagen que lo representa, un mundo incoherente y pandamonium-maniáco en que estamos metidos hoy día. Ese es el trending.

Y así termina este escrito subjetivo del azúcar en el mundo. ¿Se acabará algún día la costumbre, comerémos más dulces, seguirán existiendo las panaderías y dulcerías, seguirémos celebrando cumpleaños azucarados, iremos al Mall a buscar nuestra ración de droga de fín de semana? Quién sabe, eso sólo ocurrirá si los millenials empiezan a decirle dulce de @arroba al enrollado de canela.

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